http://dx.doi.org/10.24016/2021.v7.223
ARTÍCULO ORIGINAL
La regulación emocional como categoría transdiagnóstica a través de los problemas clínicos: un
estudio narrativo
Emotional regulation as a transdiagnostic
category through clinical problems: a narrative study
Alvaro
Paredes-Rivera1*, Geraldine F. Coria-Palomino1, Alexandra
Y. Marcos-Lescano1, Sthefany
Sedano-Alejandro1
1 Facultad de Psicología, Universidad de Lima, Lima, Perú.
* Correspondencia: alvaropr91@gmail.com
Recibido: 13 de mayo de 2021 | Revisado:
20 de noviembre de 2021 | Aceptado: 04
de diciembre de 2021 | Publicado Online:
15 de diciembre de 2021.
Paredes-Rivera, A., Coria-Palomino, G., Marcos-Lescano,
A., & Sedano-Alejandro, S. (2021). La regulación emocional como categoría transdiagnóstica a través de los problemas clínicos: un
estudio narrativo. Interacciones, 7,
e223. http://dx.doi.org/10.24016/2021.v7.223
RESUMEN
Introducción: En el proceso diagnóstico de los trastornos psicológicos, podemos
encontrar características comunes a diferentes problemas, pudiendo explicar
variedad de dificultades clínicas y comorbilidades desde esta categoría
transversal, lo cual ha sido llamada transdiagnóstico.
Siendo la regulación emocional una variable transdiagnóstica
que se define como la capacidad de la persona de hacer uso de recursos o
habilidades para modular la respuesta conductual producida posteriormente a la
experimentación de una emoción de moderada a elevada intensidad. Objetivo: Explicar el impacto de la
variable regulación emocional en la teoría y práctica clínica a través de una
mirada transdiagnóstica. Discusión: El término transdiagnóstico
nace por una serie de inconvenientes en su fundamentación y práctica, siendo
estás: la insatisfacción por los modelos tradicionales como la Clasificación
Internacional de las Enfermedades y Trastornos relacionados con la Salud Mental
(CIE-10) y Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5), la
comorbilidad y el riego de la medicalización. Por eso, este modelo propone
comprender los procesos causales básicos comunes entre distintos trastornos o
grupos de estos. Para tocar el tema de regulación emocional se debe hablar de
las emociones. Estás son adaptativas para las personas. Sin embargo, pueden
transformarse en problemáticas si se responde de forma automática bajo el nivel
emocional, ya que interfiere con objetivos y bienestar personal. Todos los
seres humanos contamos con procesos reguladores de la emoción, es decir, somos
capaces de decidir cómo responder ante la aparición de una emoción. Ello es
llamado regulación emocional, la cual se vuelve efectiva cuando se adapta el
contexto y a los metas a largo plazo. Esta forma de responder es un producto
personal aprendido que depende de las contingencias y las reglas que la
comunidad verbal de referencia haya organizado a lo largo de la historia
personal; por lo que, a veces, puede ser destructiva en la medida que su
aplicación rígida y, muchas veces evitativa, impide a la persona construir una
vida con sentido. La investigación
reciente demuestra que una cantidad importante de diagnósticos clínicos en
salud mental podría ser explicada por los problemas en la regulación emocional,
entre los cuales hemos destacado los trastornos de ansiedad, depresivos, el
trastorno límite de la personalidad, los trastornos por uso de sustancias y los
trastornos de la conducta alimentaria. Conclusión:
Los procesos transdiagnósticos se ven cada vez más
valorados debido a las variadas teorías explicativas que aparecen en estos
últimos años. Generando tratamientos enfocados al déficit de habilidades en
regulación emocional, todo con el fin de mejorar la calidad de vida de los
consultantes. Cabe agregar que al revisar toda esta literatura podemos concluir
que es posible conceptualizar y explicar los trastornos psicológicos desde el
déficit de regulación emocional. Sobre todo, desde los puntos biológicos,
contextuales y teniendo en cuenta los aprendizajes para su mantenimiento.
Palabras clave: transdiagnóstico, regulación emocional, trastornos mentales, diagnóstico,
psicología clínica.
ABSTRACT
Background: In the diagnostic process of psychological
disorders, we can find common characteristics to different problems, being able
to explain a variety of clinical difficulties and comorbidities from this
cross-sectional category, which has been called transdiagnostic. Being
emotional regulation a transdiagnostic variable that is defined as the ability
of the person to make use of resources or skills to modulate the behavioral
response produced after experiencing a moderate to high intensity emotion. Objective: To explain the impact of the
emotional regulation variable in clinical theory and practice through a
transdiagnostic look. Discussion:
The term transdiagnosis arises from a series of drawbacks in its foundation and
practice, being these: dissatisfaction with traditional models such as the
International Classification of Diseases and Disorders related to Mental Health
(ICD-10) and Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5),
comorbidity and the risk of medicalization. For this reason, this model
proposes to understand the common basic causal processes between different
disorders or groups of these. To touch on the subject of emotional regulation,
one must talk about emotions. These are adaptive for people. However, they can
become problematic if they respond automatically under the emotional level,
since it interferes with goals and personal well-being. All human beings have
emotion regulatory processes, that is, we are capable of deciding how to
respond to the appearance of an emotion. This is called emotional regulation
(ER), which becomes effective when the context and long-term goals are adapted.
This way of responding is a personal learned product that depends on the
contingencies and the rules that the verbal community of reference has organized
throughout personal history; so, at times, it can be destructive insofar as its
rigid and often avoidant application prevents a person from building a
meaningful life. Recent research shows that a significant number of clinical
diagnoses in mental health could be explained by problems in emotional
regulation, among which we have highlighted anxiety and depressive disorders,
borderline personality disorder, and substance use disorders. and eating
disorders. Conclusion:
Transdiagnostic processes are increasingly valued due to the various
explanatory theories that appear in recent years. Generating treatments focused
on the deficit of skills in emotional regulation, all in order to improve the
quality of life of the consultants. It should be added that when reviewing all
this literature we can conclude that it is possible to conceptualize and
explain psychological disorders from the deficit of emotional regulation.
Especially from the biological and contextual points and taking into account
the learning for its maintenance.
Keywords: transdiagnosis, emotional
regulation, mental disorders, diagnosis, clinical psychology.
INTRODUCCIÓN
Una de
las tareas centrales en el quehacer del psicólogo clínico radica en la
capacidad y precisión diagnóstica. La relevancia de dicha tarea es equiparable
a la que se tiene en cualquier otra ciencia: no es posible modificar o
manipular algo que previamente no haya sido conocido con la mayor exactitud
posible. Sin embargo, en la psicología, esta tarea es especialmente compleja
debido a la falta de marcadores exactos y pruebas concretas que puedan dar
información acerca del comportamiento de las personas, lo cual nos diferencia
de otras ciencias de la salud. Mientras una radiografía puede dar una imagen
con información directa acerca del estado de nuestros huesos y alguna posible
lesión para que un traumatólogo pueda intervenir, no es conocida una prueba
objetiva que pueda dar fe respecto al estado de nuestra arquitectura psíquica
para poder intervenir.
Pese a
ello, los métodos clínicos desarrollados en salud mental buscan la integración
de aspectos sintomatológicos e históricos en la narrativa de los pacientes para
la comprensión de las disfunciones en el comportamiento, y son mayormente
aceptados por la comunidad clínica (Duero, 2013). Al mismo tiempo, existen
algunos sistemas de clasificación de los problemas de salud mental que, se
supone, vienen a poder dar mayor claridad y brindar una forma de testeo de la
existencia de un trastorno mental. Los más conocidos y usados en la actualidad
son la Clasificación Internacional de las Enfermedades y Trastornos
relacionados con la Salud Mental [CIE-10] (WHO, 1992) y Manual Diagnóstico y
Estadístico de Trastornos Mentales [DSM-5](APA, 2014).
Estos
sistemas clasificatorios han ido recibiendo y acumulando una variedad de
críticas (Artigas-Pallarés & Paula-Pérez, 2015; García, 2018) las cuales, a
fin de cuentas, ponen en tela de juicio su utilidad clínica. Las categorías
diagnósticas no ofrecen una definición funcional acerca del comportamiento de
las personas, es decir no da lugar a la comprensión dinámica de la etiología de
un problema de salud mental, lo cual en el peor de los casos podría incrementar
la estigmatización pues se equipara el cumplimiento de los criterios con la
identificación del consultante con el nombre del diagnóstico, perdiendo así la
individualidad y convirtiéndose en un
enfermo y no un persona con un
trastorno (Muñoz & Uriarte, 2006).
En
vista de esta necesidad de tener una mejor vía para explicar los procesos
subyacentes que desembocan en una variedad de problemas clínicos, ha surgido la
idea del modelo transdiagnóstico como una alternativa
en el campo de la psicología clínica (Sandín, 2012). Y aunque aún hay una
amplitud de términos usados como categorías transdiagnósticas,
hemos abogado por desarrollar la de regulación emocional, en vista de ser una
de aquellas que se ha desarrollado de forma fructífera (Fernández-Alvarez et al., 2017) y al mismo tiempo conecta el estudio
de la psicopatología con la intervención clínica.
De
esta forma el artículo hará una revisión narrativa a través del modelo transdiagnóstico como una alternativa en la evaluación y
diagnóstico en psicología clínica, poniendo especial interés en la regulación
emocional, su definición y sus alcances explicativos de algunos problemas de
salud mental relevantes en la clínica.
Diagnóstico y transdiagnóstico
en psicopatología
Como
lo mencionamos, la propuesta transdiagnóstica
funciona como una respuesta en la clínica a las dificultades encontradas en su
teorización y praxis. A saber, podríamos considerar tres aspectos que
justificarían su aparición. El primero es la insatisfacción relacionada a la
clasificación de los modelos tradicionales (CIE-10 y DSM-5) para el diagnóstico
psiquiátrico porque si bien está basado en síntomas, no hay instrumentos que
permitan un diagnóstico exacto. La taxonomía de esta categorización tiene un lenguaje
descriptivo, lo que hace fallar en validez porque no hay una identificación
clara del diagnóstico, no hay validez del constructo, porque no explica qué son
estos fenómenos y no se puede predecir el desarrollo clínico o pronóstico
exacto del tratamiento, el cual está relacionado a la validez predictiva. Cabe
recalcar que el uso del diagnóstico psiquiátrico incrementa el estigma y las
consecuencias sociales (Huggett et al., 2018;
Casados, 2017). El segundo elemento es la comorbilidad, presencia de uno o más
trastornos a parte del trastorno primario, la cual se encuentra con regularidad
en las clasificaciones diagnósticas y pone en duda su aparición por azar o si
existe algún patrón que explica la relación entre estos trastornos. La
presencia de procesos comunes en diversos problemas de salud mental permite
explicar la comorbilidad y el solapamiento de síntomas. El tercer elemento es
el riesgo de “medicalizar”, pues al ser los conceptos difusos, hay una mayor
probabilidad de que la persona coincida con alguno(s). La proliferación de los
diagnósticos en las últimas décadas, la falta de validez generan un ingreso de
la psicopatología a la normalidad, en general a problemas de la vida (González et.al, 2018).
Otro
de los puntos relacionados para seguir con una delimitación acerca de la
conceptualización del término transdiagnóstico
conduce hacia la ya clásica polémica acerca de las clasificaciones categorial y
dimensional en psicología. La primera se orienta a la descripción y
diferenciación de enfermedades mentales, mientras que la segunda, trata de un
sistema dimensional que toma en cuenta jerarquías con dimensiones generales a
factores específicos. El enfoque transdiagnóstico
propone entender a los trastornos desde procesos causales básicos comunes, pues
comparten una participación etiológica; es decir, que toma importancia lo común
y genérico entre diversos trastornos o grupos de estos. Entonces, aunque se
origina desde la perspectiva dimensional, consiste en integrar los dos enfoques
en lugar de eliminar a la clasificación categorial, pues se describe y explica
a los trastornos desde dimensiones técnicamente genéricas (Sandín, Chorot & Valiente, 2012; Rodríguez, 2018).
Al
seguir esta perspectiva de base dimensional y funcional, debemos igualmente
considerar dos criterios para el uso del transdiagnóstico: considerar
primero los constructos que son descriptivamente
transdiagnósticos, referidos a aquellos que están
presentes en múltiples desórdenes sin importar cómo o porqué. Un ejemplo es la
baja autoestima, que puede encontrarse en una variedad de desórdenes como los
trastornos depresivos o el trastorno de ansiedad generalizada por referir
algunos, y al mismo tiempo no hay una teoría unificada que explique cómo la
baja autoestima contribuye al desarrollo y mantenimiento de estos trastornos.
Del otro lado están los constructos mecánicamente
transdiagnósticos, que dan información sin
importar la clase de desórdenes, es decir, tienen representación común o
vulnerabilidades nucleares que ponen al individuo en riesgo de desarrollar más
de un diagnóstico en salud mental. Se toma este criterio porque hay similares
procesos subyacentes que impulsan a los síntomas de diferentes trastornos. Por
ejemplo, la rumiación contribuye al desarrollo y mantenimiento en el rango de
desórdenes emocionales. (Sauer-Zavala, Gutner, Farchione, Boettcher, Bullis & Barlow, 2017). Evidentemente, la regulación
emocional es también una categoría mecánicamente transdiagnóstica.
Por
otro lado, el modelo de transdiagnóstico ha
consolidado programas y protocolos de tratamiento. Uno de ellos es el Protocolo
unificado para el abordaje transdiagnóstico de
trastornos emocionales centrados en dicha explicación psicopatológica y clínica
que está bajo la perspectiva cognitivo conductual (Barlow et.al.
2015). Asimismo, la aplicación de dicho protocolo en pacientes con trastornos
emocionales resultó ser favorable al disminuir la sintomatología y el déficit
de regulación emocional, aumento de efectividad positiva y de fortaleza
personal (Grill et.al. 2017). Además, ese enfoque es
aplicable a diversas personas, presenta eficacia, un bajo costo y tiene una
buena efectividad al optimizar los recursos médicos en centros de atención
primaria (González-Blanch et.al, 2018; Grill et.al. 2017).
Desde
la perspectiva transdiagnóstica, entonces, es
fundamental la evaluación de las variables psicológicas de los trastornos y
cómo funcionan sus relaciones, en lugar de determinar cuál es el trastorno
principal como se haría desde la perspectiva de diagnóstico nosológico.
Entonces, el análisis funcional de la conducta del consultante cobra una
importancia capital pues la etiqueta diagnóstica no alcanza a explicar el
problema de cada persona, pudiendo diferir en variables explicativas que se
evidencian en topografías diferentes. Por ejemplo, si dos personas tienen fobia
social, lo que lo ocasionó y su expresión puede ser diferente, además que su
percepción de individual ante el trastorno (Estévez, Ramos & Salguero, 2015). Por tanto,
esta propuesta incide inevitablemente en comprender cómo toda conducta de la
persona adquiere una función y cómo la respuesta a cada estímulo dado adquiere
sentido en función a la acción reguladora que tenga para el comportamiento. De
esta forma, si hablásemos de regulación emocional, tendríamos que pasar a
estudiar en primer lugar la naturaleza de la emoción y luego cómo nuestras
formas de responder a la misma pueden conducir hacia el éxito adaptativo o
hacia versiones problemáticas del comportamiento, conocidas como
psicopatologías.
Emociones y regulación emocional
Las
emociones presentan un rol importante en la experiencia de las personas
(Olivera-La Rosa, Arango y Martí, 2016), al tener una parte biológica
compartida y otra subjetiva influenciada por las particularidades de la
historia de vida del individuo y las normas sociales (Nussbaum como se citó en
Gil, 2016: Rodríguez y Zaragoza, 2010).
La
emoción presenta una respuesta psicofisiológica corta al tener una duración de
aproximadamente 10 segundos y menos de 10 minutos, y flexible ante una
circunstancia importante para el individuo (Reyes y Tena, 2016). Del mismo
modo, incorpora componentes conductuales, experienciales y fisiológicos. Estas
ayudan a la persona a poder lidiar con un suceso propio significativo (APA,
2010). Además, presentan un sistema de alarma ante eventos peligrosos que
debemos evitar y cosas agradables o apetitivas que nos hacen acercarnos a ellas (Fernández y et al., 2011), es decir, todas las
emociones presentan alguna función que permiten al organismo estar preparado
para identificar que es valioso, así poder comunicarlo (Reyes y Tena, 2016) y
que la persona haga algún tipo de acción (Reyes y Tena, 2016; Chóliz, 2005).
Por
ello, es relevante conocer las funciones de las emociones, siendo estas
adaptativas, sociales y motivacionales. La primera “adaptativa” hace referencia a la preparación eficaz del ser
humano a su entorno para poder sobrevivir a él (Reeve como se citó en Aramendi,
2016). La segunda “social”, la
emoción contribuye a la creación de una relación recíproca social, al promover
un sistema de apoyo a través de conductas apropiadas y un buen reconocimiento
de expresiones que predicen el comportamiento de terceros, así como inhibir
algunas reacciones emocionales que pueden dañar las relaciones sociales.
Algunas de estas pueden inducir al altruismo y la conducta prosocial (Chóliz, 2005) destacando así su función evolutiva.
Finalmente “motivacional” abarca la
experiencia del momento ante distintas actividades al presentar dos características
importantes de la conducta motivada: intensidad de la reacción afectiva y
dirección de agrado o desagrado; de ese modo, la emoción puede generar la
aparición del comportamiento motivado propio para ser enfocado a una meta (Chóliz, 2005).
Aun
cuando el sustrato básico del estudio de las emociones nos inclina a
reconocerlas desde su utilidad o funcionalidad, no es un misterio saber que al
mismo tiempo puedan transformarse en problemáticas cuando empiezan a generar
experiencias de dolor y angustia en las personas (Luciano y Valdivia Salas,
2012). Dicho de forma más precisa, cuando la conducta del individuo, en
respuesta a una emoción, interfiere con las metas o con el bienestar general,
podemos hablar de un problema en la regulación de la emoción.
La
regulación emocional, de forma general, refiere a los procesos que sirven para
disminuir, mantener o incrementar uno o más aspectos de la emoción (Werner y
Gross, 2010), sean estos: el estímulo desencadenante, la valoración cognitiva
sobre la relevancia y congruencia con metas, la respuesta fisiológica y la
tendencia de acción (Powee y Dalgleish,
2008). Es decir, podemos decidir cómo e, incluso, si interactuamos con aquello
que desata una emoción y cómo respondemos a la aparición de un estado emocional
(Papa y Epstain, 2015).
Para
Werner & Gross (2010), la regulación de la emoción se vuelve efectiva
cuando se adapta al contexto, existe congruencia entre el control de los
eventos internos, externos y con las metas a largo plazo. Para estos autores,
regular implica:
●
Permitir
la experiencia de los eventos privados sin evitarlos o lamentarse por tenerlos.
●
Reconocer
la emoción.
●
Discriminar
qué tan controlable es la
situación y la emoción misma para determinar qué estrategias se usarán.
●
Consciencia
y jerarquización de valores y metas a largo plazo, ello permite la reorientación de la conducta para
construir la vida que deseamos.
Por su
parte, Grantz (2004) define la regulación de las
emociones como un proceso que implica:
●
La
conciencia y la comprensión de las emociones.
●
La
aceptación de las emociones.
●
La
capacidad de controlar los comportamientos impulsivos cuando se experimentan
emociones negativas y comportarse de acuerdo con los objetivos deseados.
●
La
capacidad de usar estrategias de regulación apropiadas para la situación de
manera flexible para modular las respuestas emocionales según lo deseado, con
el fin de cumplir con los objetivos individuales y las demandas del entorno.
Al
respecto, desde una perspectiva más clínica, Linehan (1993) propone el modelo
de Gottman y Katz, el cual es congruente con los
aspectos emocionales arriba referidos, para hablar de cuatro formas en que la
emoción se puede modular a través de actividades o competencias:
●
Inhibir
la conducta inapropiada relacionada a la intensidad del afecto positivo o
negativo.
●
Autorregular
la activación fisiológica asociada al afecto.
●
Reenfocar
la atención en presencia de un afecto intenso.
●
Autogestionar
la conducta coordinada hacia una meta externa no dependiente del estado de
ánimo.
Los
procesos reguladores se presentan en todos los individuos pues la forma de
reaccionar ante pensamientos, sensaciones y emociones es un producto personal
aprendido que depende de las contingencias y reglas que la comunidad verbal de
referencia haya organizado a lo largo de la historia personal. Esa forma de
funcionar puede llegar a ser efectiva o destructiva según el contexto y qué
tanto las consecuencias a largo plazo permitan o impidan a la persona construir
una vida con sentido (Luciano y Valdivia Salas, 2012). Así, manipular la
atención con el fin de distraerse, monitorear los estímulos o evitar
situaciones que evoquen emociones desagradables serán efectivas dependiendo de
la situación específica (Reyes Ortega y Tena Suck,
2016). Podríamos decir que es importante contar con una variedad de estrategias
aprendidas, basadas en los procesos antes descritos, para poder responder
flexiblemente a diferentes momentos.
Del
otro lado, utilizar crónicamente, es decir de forma repetida e inflexible,
estrategias de regulación con el propósito de no sentir el malestar es
característico de cualquier variedad de sufrimiento emocional, encontrado tanto
en los trastornos de personalidad como en los trastornos del eje I; ello se
convierte en un patrón porque a corto plazo proporcionan alivio y coherencia a
la persona (Luciano y Valdivia Salas, 2012) y porque no conocen otra forma de
proceder.
De
esta forma, podríamos también llegar a conceptualizar los problemas clínicos
visualizados en salud mental en términos de respuestas emocionales
descontextualizadas y enfocarnos en los elementos de la emoción y procesos de
control que están contribuyendo a la disfuncionalidad. Tomar esta perspectiva
tiene el potencial de incrementar nuestra comprensión de la psicopatología y su
tratamiento (Papa & Epstein, 2015), por lo que revisaremos algunos
fenómenos más observados en la clínica.
Problemas clínicos y desregulación emocional
Ansiedad y depresión
Por
una parte, el modelo de desregulación emocional, según Mennin
(2006), explica que una persona con ansiedad presenta desregulación en 4
aspectos: una reacción emocional fuerte, dificultad para comprender emociones,
reacción negativa hacia el estado emocional propio y un manejo emocional poco
adecuado. Entonces, si hay una amenaza que es percibida por la persona (por su
historia personal y aprendizaje), se genera una hiperexcitación
emocional, que junto a una incapacidad para comprender las emociones y una
gestión inadecuada hacia estas al no tener estrategias para regularse (como
estrategias de control o supresión) produce una respuesta cognitiva negativa
hacia las emociones como sentir miedo, incomodidad, ansiedad hacia estas.
También se ha visto que la supresión de emociones eleva los niveles de
activación fisiológica de la persona, por lo que una supresión continua junto a
otros factores contextuales pueden ser la base para una reacción de intensa
ansiedad (Hervás, 2011).
Por
otra parte, una persona con trastorno depresivo puede tener dificultades para
analizar y procesar emocionalmente los acontecimientos negativos, generando que
los estados de ánimos sean más duraderos y su tendencia a realizar actividades
que conecten con consecuencias positivas disminuya. Por lo que se destaca la
deficiencia de estrategias de regulación emocional, entre estos mecanismos se
encuentra la falta de claridad; excesiva atención o focalización desadaptativa
de la atención al pensar de manera repetitiva sobre los síntomas de malestar y
posibles causas; falta de aceptación emocional como la poca habilidad de estar
en contacto con los sentimientos, pensamientos y sensaciones físicas sin tratar
de modificarlas, lo cual favorece el desarrollo de síntomas depresivo. En la literatura
se menciona a la rumiación al incrementar una interpretación negativa de los
eventos pasados que puede vulnerar a la persona y al cambio cognitivo
desadaptativo, más conocido como la flexibilidad psicológica, la cual permite
reevaluar o reencuadrar cognitivamente una situación. Es decir, que una persona
que no utilice de manera eficiente estrategias emocionales se presentará
vulnerable para desarrollar la sintomatología de un trastorno depresivo.
(Hervás, 2011; Fernández., Díaz, González, Botella & García, 2017)
Trastorno límite de la personalidad
El
trastorno límite de la personalidad está caracterizado por la desregulación
emocional pues estos pacientes presentan hipersensibilidad biológica (menor
ASR, Arritmia sinusal respiratoria) (Bortolla et.al, 2019) e impulsividad emocional y un lento retorno a la
línea base afectiva una vez esta ha sido activada. Además
la capacidad para interpretar información emocional parece estar deteriorada,
sobre todo, cuando se trata de estímulos neutrales y ambiguos (Bortolla et.al, 2019); lo cual se
traduce en la dificultad para comunicar sus sentimientos y necesidades a otros
(Warmar, et.al.,
2008). Como consecuencia, tienen
problemas en las relaciones interpersonales y con uno mismo, así como conductas
desadaptativas para amenguar dicha inestabilidad (Navarro-Leis
y López, 2013).
Las
personas que presentan este diagnóstico tienen una historia de aprendizaje muy
marcada por la invalidación emocional, situaciones traumáticas (Reyes et.al, 2015). Un alto patrón de evitación y supresión de
emociones como estrategias de afrontamiento inadecuadas (Dixon-Gordon et. al., 2017).
En el estudio de Southward
(2020), se halló que los pacientes con TLP reportaron un estado de ánimo
promedio neutral-negativo con una variabilidad significativa. La ansiedad y la
alegría fueron las experiencias más frecuentes, siendo la primera la más común.
Con respecto a las estrategias de regulación, frente a la alegría, los
participantes tienden a “saborear la emoción”, es decir, concentrarse en lo
placentero de la experiencia; mientras que para lidiar con emociones
intensamente “negativas”, optan por la evitación. Si bien, en general, la
estrategia más usada fue la resolución de problemas, los autores consideran que
los pacientes pueden haberla usado más porque suelen enfrentarse a constantes situaciones
estresantes o como forma de distracción. Por último, la estrategia de
aceptación predecía un incremento de la intensidad negativa probablemente
porque los pacientes la interpretaron como resignación o rumiación en lugar de
la práctica no juiciosa de experimentación del presente.
Asimismo,
en una investigación realizada por Meaney et.al. (2016) encontraron que la desregulación emocional en
el TLP está asociada con la rumia, la dificultad para identificar los
sentimientos y describirlos, y la supresión de las emociones. Las dos primeras
están relacionadas a los síntomas y acciones; mientras, las dos últimas en las
relaciones. Así, los altos niveles de rumiación y alexitimia hacen que se
incremente los síntomas de esta psicopatología. Del mismo modo, la inhibición
de emociones requiere un esfuerzo cognitivo, pero es ineficaz en el manejo de
la angustia. Emplear habilidades de regulación desadaptativas hace que la
persona tenga un bajo manejo de autoeficacia y tolerancia al malestar
emocional.
Trastornos por uso de sustancias
El
trastorno por abuso de sustancias se debe a los cambios en el sistema cerebral causados por la ingesta de estas, ya que las
drogas o el alcohol se van a desarrollar de forma similar a los reforzadores
naturales sobre las estructuras cerebrales incrementando la trasmisión
dopaminérgica. Esto de forma constante produce el efecto priming,
así el mantenimiento de la acción de consumir se puede explicar por la
implicancia de motivación-recompensa, regulación emocional e inhibición de la
conducta (Sanz, 2019). Así como, su
experiencia personal y ambiente siendo estos antecedentes sociales, trauma,
alteración de apego, invalidación emocional por parte de los cuidadores,
conflicto y violencia. Todo ello genera que la persona no cuente con las
habilidades necesarias para tolerar y modificar sus emociones, al experimentar
un incremento emocional, presenta dificultad para soportar el malestar
emocional (Sloan et al, 2019).
Por
ello, la importancia de la regulación emocional como explicación del abuso de
sustancias (Sloan et al, 2019), mantenimiento y tratamiento de la ingesta de
alcohol y drogas (Weiss et al, 2018), porque la persona al tener pocas
habilidades y vivenciar circunstancias que le generan angustia o sentir
emociones desbordantes pueden llevarle a usar estrategias desadaptativas como
la rumiación, evitación y supresión (Aldao et al, como se citó en Sloan et al,
2019), que están asociadas al comienzo de la adicción (Massah
et al, 2016).
El
consumo de sustancias actúa como regulador emocional ante eventos que le
generan angustia a la persona, siendo una acción no funcional por atentar
contra la persona y su entorno. Como lo mencionan Massah
et. al. (2016) y Dvorak et. al. (2014), puesto que las personas que ingieren
estás sustancias presentan dificultades para regular sus emociones, y su estado
emocional negativo, estos dan pie al consumo. Además, estos individuos son
menos capaces de tolerar el fracaso por sus patrones emocionales. Asimismo, el
tomar estas sustancias lo usan como estrategia de evitación (estrategia
desadaptativa más común) para reducir el malestar emocional. Inclusive, las
dificultades de la regulación emocional están más asociadas con las
consecuencias de la ingesta de alcohol, sin embargo, la estrategia de control
de impulsos es la más relacionada con esta psicopatología, la claridad de las
emociones y la conciencia de estas.
Por
otro lado, Sloan et al (2019) hicieron una investigación para saber qué
estrategias usan las personas que consumen sustancias y otros trastornos
mentales en jóvenes y adultos. Se halló tres tipos de estrategias ante un
malestar emocional que sentían al recordar un evento estresante, estos son:
rumiantes/evitadores, reguladores activos y
reguladores bajos. Los primeros están fuertemente relacionados con gravedad en
la psicopatología, ya que hay altos niveles de rumia, evitación emocional y
supresión cuando responden a un evento, los segundos, asociados con la gravedad
más baja, y los últimos presentan formas adaptativas de sobrellevar dicho
malestar. Además, las estrategias de rumia, supresión y evitación tienen
implicaciones en dicho trastorno.
Trastornos de la conducta alimentaria
En
esta patología, las fallas en la regulación de emociones ocurren principalmente
en los procesos de regulación intrínseca, es decir, enfocándose en las
estrategias ejercidas por la misma persona, las cuales se aprenden en el
contexto que esta se desenvuelva. (Magallares, 2013;
Rodríguez, Gempeler, Mayor, Patiño, Lozano &
Pérez, 2017).
Por lo
cual la desregulación emocional es un factor muy importante para la
predisposición y recuperación de los trastornos alimenticios (Calvo Sagardoy et.al., 2014). Los pacientes con TCA reportan niveles
significativamente mayores de dificultades para la regulación de emociones en
comparación con población saludable (Monell et.al, 2018; Mallorquí-Bagué et. al., 2017), además, cuando la comparación se realiza entre
pacientes no existen diferencias radicales en el puntaje global. Así, por
ejemplo, la pobre conciencia de emociones, claridad y aceptación emocional no
difiere sustancialmente entre los tipos de TCA (Monell.
et.al, 2018; Calvo Sargadoy
et.al., 2014). No obstante, Mallorquí-Bagué
et. al. (2017) aseguran que si bien todos estos
trastornos tienen dificultades en la regulación emocional, sus resultados
indican una tendencia a mayores niveles de desregulación en el TCA con
conductas relacionadas a atracones que aquellos con conductas
restrictivas.
Por otro lado, se puede observar un aumento en los problemas
emocionales conforme el trastorno se cronifica: Calvo Sagardoy et.al. (2014), comparó población clínica adolescente y
adulta, se halló que; si bien la aceptación y estrategias de regulación
emocional funcionales fueron las áreas más afectas en ambos grupos, el déficit
en las adultas era muy superior. La misma diferencia, menos acusada, sucede con
la dificultad para prestar atención a las emociones y la sensación de que estas
interfieren en sus actividades. Con respecto a la alexitimia, el grupo clínico
de adolescentes no presentaba una diferencia significativa cuando se comparó
con un grupo no clínico; pero cuando se realizó lo mismo en la muestra de
adultos, la diferencia sí lo era. Por lo que se concluyó que el reconocimiento
de emociones es notablemente más intenso con la edad y duración del trastorno.
Asimismo, Racine y Wildes (2015) hallaron que la
desregulación emocional predecía el cambio en la severidad de los síntomas de
la anorexia: quienes reportaron niveles más altos de DRE experimentaron un
incremento de los síntomas y por ende, un
mantenimiento de la psicopatología.
Las conductas problema características de
estos trastornos como el atracón y la restricción alimentaria también cumplen
la función de regular emociones displacenteras o evitar sentirlas (Calvo Sargadoy et.al. 2014). Por ello,
Pearson et.al. (2015), considera que los procesos
emocionales están intrínsecamente involucrados en el inicio y mantenimiento de
la bulimia nerviosa. Las mujeres que poseen una tendencia a actuar de forma
impulsiva cuando están bajo estrés, (un sistema neuropsicológico que involucra
la emoción) y al mismo tiempo, se ven
expuestas a influencias psicosociales relacionadas con los cánones de belleza,
pueden formar fuertes expectativas de reforzamiento tanto por comer como por la
delgadez; lo cual aumenta la probabilidad de la conducta bulímica pues estos
procesos disminuyen los esfuerzos para manejar el afecto considerado negativo y
suprimir el impulso biológico de comer. Así, esta especia de “descontrol”
resulta en una conducta impulsiva, basada en la intención de disminuir el
malestar y obtener refuerzo positivo, en forma de atracones y purgas. Cuando el
problema se vuelvo crónico, los ciclos de atracón-purga pasan a tener una
función de evitación anticipatoria. Los pacientes con BN, logran asociar la
urgencia de realizar una conducta bulímica con las señales de angustia de forma
cada vez más automática. Enfocarse en la urgencia en lugar del evento
displacentero, otorga control y estabilidad sobre una necesidad que sí puede
satisfacer, es decir, a pesar de que el afecto negativo sigue presente,
concentrarse en la urgencia evita la experiencia subjetiva del malestar.
En
esta oportunidad, se ha realizado una revisión parcial, debido a que fue
realizada durante el 2020, lo cual genera un sesgo en el conocimiento, sin
embargo, se muestra la información de forma estructurada sobre los diferentes
trastornos relacionados a la desregulación y desde una explicación transdiagnóstica. Cabe recalcar que
si bien es un enfoque que está tomando más relevancia, el diseño de estudio de
esta revisión puede sesgar debido a que no focalizamos en la parte teórica más
que en la empírica, por otro lado, el estudio ayuda a la organización de
información y brinda más posibilidades para seguir investigando, siendo esta
una base para el futuro.
CONCLUSIONES
Los
trastornos psicológicos, o psicopatología, vistas desde la perspectiva de un
déficit de regulación emocional no solamente es posible, sino que presta un
escenario para la conceptualización y explicación teórica amable tanto con las
perspectivas biológicas como sociales en torno a la etiología y mantenimiento
del problema clínico. Como se ha podido observar, existen estos dos tipos de
componentes (biológicos y de aprendizaje) que interaccionan y logran dar pase a
complejos patrones conductuales que muchos de ellos se consolidan como estos
trastornos antes descritos.
Una
mirada de la psicopatología desde teorías explicativas que busquen integrar los
avances de las ciencia logra acercarse más a estos procesos transdiagnósticos
que a su vez conllevan a plantear tratamientos focalizados en un déficit de
habilidades para la regulación de emociones, al mismo tiempo que mantiene la
posibilidades de intervenciones psicofarmacológicas que ayuden con el mismo
interés que ha sido siempre el de la clínica: lograr que los consultantes
puedan tener mejores vidas, dirigiendo sus conductas hacia los objetivos que se
tracen.
ORCID
Alvaro Paredes-Rivera https://orcid.org/0000-0002-6055-1723
Geraldine F. Coria-Palomino https://orcid.org/0000-0003-2359-4369
Alexandra Y. Marcos-Lescano
https://orcid.org/0000-0002-0793-0345
Sthefany Sedano-Alejandro https://orcid.org/0000-0002-9835-8902
CONTRIBUCIÓN DE LOS AUTORES
Alvaro Paredes-Rivera: Conceptualización, recursos, escritura – revisión y
edición, supervisión y administración del proyecto
Geraldine F. Coria-Palomino:
Conceptualización, Investigación y escritura – borrador original
Alexandra Y. Marcos-Lescano:
Conceptualización, Investigación y escritura – borrador original
Sthefany Sedano-Alejandro: Conceptualización, Investigación y escritura –
borrador original
FUENTE DE FINANCIAMIENTO
El presente estudio fue realizado con fondos
propios del investigador y las investigadoras.
CONFLICTO DE INTERESES
Los autores expresan que no hubo conflictos de
intereses al recoger los datos, analizar la información ni redactar el
manuscrito.
AGRADECIMIENTOS
A la Facultad de Psicología de la Universidad
de Lima, por proponer espacios para incentivar a la investigación; y al Círculo
de Estudios de Psicopatología y Psicoterapia, de la misma Universidad, por el
apoyo y motivación al equipo investigador.
PROCESO DE REVISIÓN
Este estudio ha sido revisado por pares
externos en modalidad de doble ciego. El editor encargado fue Anthony Copez-Lonzoy. La revisión fue realizada por Andrés
Gómez Del Barrio y Roberto Torres Puente.
DECLARACIÓN DE DISPONIBILIDAD DE DATOS
No aplica.
DESCARGO DE RESPONSABILIDAD
Los autores son responsables de todas las
afirmaciones realizadas en este artículo.
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